Cómo no iba a escribirlo....

Luego de largas noches de estudio, ansiedad, temor, tazas de café, dolores de guata y mil preocupaciones, al fin puedo tomar un hondo respiro de relajo y satisfacción. Es una sensación que anhelaba hace meses y poder llegar a ese día, titularme y sentir (no más imaginación, sino realidad), esa alegría, esa sensación de logro, de finalizar una etapa, no tener más cosas pendientes y poder comenzar algo nuevo, es realmente indescriptible...lo mejor es vivirlo.

Bajé unos 3 kilos, no tenía mucho apetito, lo cual es raro porque me encanta golosear. Tenía literalmente un nudo en el estómago muy doloroso durante la semana previa al examen. A ratos estaba segura y en otros momentos era presa de una desesperación absoluta. La incertidumbre me estaba matando!!!.

En las noches mientras estudiaba en mi pieza, prendía el "clientacama", unas velitas y un difusor de aceites, para relajarme un poco. Realmente me embalaba y nada me distraía, al revés de lo que sucedía durante el día. Estuve tomando pastillas como un mes antes del examen, más que nada para sentir que iba a ser una "ayudita" extra, así que los "pharmaton" me mantuvieron con más ánimo y mayor aguante nocturno.

Cuando el reloj marcaba las 3 de la mañana, pensaba que ya era prudente dormir, para no levantarme tan tarde, pero igual me quedaba despierta un buen rato. Imaginándome cosas sobre ese día, lo que haría se aprobaba (aunque no me gustaba hacerme ilusiones) y todo tipo de cosas.

La vieja del departamento de arriba me tenía loca. ¡Qué manera de pasearse con sus tacos y hueviar todo el rato!. Honestamente ya me tenía podrida. Lógicamente sufre de insomnio, porque ponerte a ordenar o hacer el aseo en la madrugada, es porque tiene algún problema. Yo pescaba mis zapatos, que tuvieran el taco más fino y con eso le golpeaba el techo para ver si dejaba de hinchar las pelotas.

Como me quedaba metida en eso, finalmente optaba por fumarme un cigarro en la ventana, lo más piola posible, ya que en mi casa nadie fuma. Sacaba medio cuerpo, para que no se metiera mucho el humo y con el frío que hacía, las uñas se me ponían de color medio azulado. Mientras fumaba y meditaba, podía ver el reflejo de la vieja de arriba, en las ventanas del edificio del frente. Me daba entre rabia y pena, ver a la pobre vieja dándose más vueltas que un asado.

De todas maneras, ahora voy a recordar esos días con cariño y alegría, porque valieron la pena y porque me trajeron uno de mis mayores logros. Ser profesional.

Este registro escrito, me va a recordar por mucho tiempo esta época y la felicidad que me ha traído, que ojalá se mantenga.