Reencuentro amoroso

Luego de todo el proceso latero de estudio, pude retomar mi pololeo de 5 años, de manera normal y cariñosa como de costumbre. ¿Por qué?, porque estuve completamente insoportable y aunque a ratos hacía esfuerzos por sonreir más y tomarme las cosas con soda, estaba como un poto de guagua...sumamente irritable. ¿Por qué soy tan idiota?, en verdad me doy rabia sola y me empelota no poder controlar, en situaciones límite, mi mal genio. Pero bueno, al menos no soy siempre así.

Retomando el tema, tuvimos la posibilidad de irnos a la playa el mismo día que me titulé...la raja.

No estaba en mis libros esa posibilidad y básicamente porque no sabía qué haría hasta que me dijeran el resultado.

Luego de la buena noticia, llegué a la casa, armé mi bolso y partimos. Justo era día viernes, el 18 de mayo, así que se venía el fin de semana largo del 21, lo cual hacía más ideal nuestra escapada, aunque eso significara tacos y mar de gente...filo.
Nos fuimos un poco tarde, porque decidimos ir a almorzar con mi familia a la Piccola Italia (centro de reuniones familiares) a modo de celebración.
Me fui con mi pololo luego de pasar a la Iglesia Los Dominicos a darle las gracias a Dios. Luego de esto, llegamos al restaurante, pedimos una mesa para 6 y esperamos a que llegara mi hermano con su novia y mis papás. La paja es que mi hermana no pudo porque estaba en clases, pero bueno.
Conversamos, conté una y otra vez cómo me manejé ante la comitiva que me cuestionó durante una hora sin parar. La verdad es que estaba en mi salsa. Hinchada de orgullo y rebosante de felicidad. Lo rico es que mi familia también.
Luego de la junta, mi pololo me propuso lo de la playa y yo me embalé altiro.
Pese a que se venía fin de semana largo, no tuvimos tacos en el camino, así que salió todo perfecto en el trayecto. Me fui tarareando canciones, tirando tallas y hablándole hasta por las orejas a mi pololo, quien también estaba contento por mi logro y por mi radical cambio de ánimo.
Pasamos a comprar algo para comer y llegamos a su departamento en Maitencillo.
Nos bajamos del auto, sentimos la fresca brisa, típica de la playa y respiré hondo ese aire limpio y reconfortante. Me regocijé con el olor a leña y tierra mojada. Todo el entorno era un deleite para mis sentidos. Pucha que cambian las cosas cuando uno está bien!!!.
Ese relajo, casi terminó con las pocas energías que me quedaban, mal que mal, sólo pude dormir 15 minutos la noche anterior, porque los nervios fueron demasiado.
Eran las 12 de la noche y quedamos raja.
Al día siguiente, me desperté temprano porque todavía estaba rallando la papa con la materia del examen. Incluso me desperté hablando entre dientes algunos temas de mis ramos...jajajajja...que loco.
Tomamos desayuno y nos instalamos a regalonear en el sofá mientras veíamos tele. Todo era añuñucos, regaloneos y risitas como cuando recién empezamos a pololear, hace ya 5 años. Fue la raja. La verdad es que siempre nos llevamos bien, pero en este proceso de examen, estuvimos bastante alejados. Yo casi no lo sentí por estar enfrascada estudiando, pero para él fue más notorio, pese a estar haciendo su práctica.
Hicimos planes para la noche y me invitó a "La Canasta" un restaurante super choro en el centro de Maitencillo. Es realmente bonito. Es rústico, con sus mesas y sillas elaboradas en maderas nativas. Hay un enorme árbol dentro del restaurante, que da la sensación de formar parte de un cuento como el de Hansel y Gretel.
La gran chimenea encendida y las pequeñas velas en cada mesa, le dan un toque único, acogedor y romántico. El envolvente calor y el agradable aroma a leña y eucaliptus, le dieron un toque especial a nuestra velada.
Una de las cosas que me fascina pedir, es la exquisita tortilla española, realmente única. No he probado similar en ningún otro restaurante. La del pub El Reloj se parece un poco, pero su calidad es inferior, según mi paladar. También son exquisitas las pizzas a la greda que hay en este especial lugar, sobre todo una que se llama "de mar y tierra", que tiene camarones y champiñones...una delicia.
Nos tomamos una cerveza heladísima, nos comimos la anhelada tortilla y compartimos un cheesecake de frambuesa, realmente sabroso.
Luego fuimos a las ferias artesanales y disfrutamos vitrineando todos los puestos habidos y por haber.
Más tarde llegamos a la casa y nos acurrucamos para ver los capítulos de "Lost", ya que gracias a un amigo, mi pololo se consigue por adelantado las temporadas. La verdad es que yo ni pescaba la serie, pero poco a poco me hice fanática.
Al día siguiente se nos ocurrió ir a Papudo, para aprovechar los bonitos días que nos estaban tocando.
Para variar se nos ocurrió pasar a comer algo y optamos por unas empanaditas fritas. Paramos en un local que se llamaba "Banana" y nos pedimos dos empanadas cada uno. Mi pololo pidió de camarón-queso y la otra de marisco, mientras que yo, pedí una que se llamaba Banana, que tenía machas, ostiones, camarones y cilantro y otra de mariscos....bastante buenas por lo demás.
Luego fuimos a caminar rodeando la playa y me compré un algodón de azúcar...hace años que no comía uno, así que me permitió remontarme un poco a mi infancia.
Honestamente lo pasé demasiado bien. Nos relajamos y regaloneamos como nunca.
Nos regaloneamos harto el estómago también, ¿Por qué será que tendemos a comer cuando estamos felices o enamorados?. Menos mal que ninguno de los dos se descuadra, sino seríamos unas moles, pero debo admitir, que me saqué todos los balazos. Comí todo lo que no quise mientras estuve estudiando y volví a regocijarme con lo que siempre me ha gustado: el arte culinario y el arte de amar. (cursi, pero cierto)

Sublime.